2 – Razones para Creer

«En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: – 19 Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día.  20 Y un mendigo, llamado Lázaro, estaba echado en su portal, cubierto de llagas, 21 y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. 22 Sucedió que se murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico y lo enterraron. 23 Y estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno 24 y gritó: «Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas».  25 Pero Abrahán le contestó: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida y Lázaro, a su vez, males; por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces.  26 Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros». 27 El rico insistió: «Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, 28 porque tengo cinco hermanos para que, con su testimonio, eviten que vengan también ellos a este lugar de tormento». 29 Abrahán le dice: «Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen». 30 El rico contestó: «No, padre Abrahán. Pero, si un muerto va a verlos, se arrepentirán». 31 Abrahán le dijo: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco creerán aunque un muerto resucite». »(Lc 16,19; Lc 16,31).

En el punto anterior, veíamos que la fe ha de ser racional. Hoy vamos a intentar mostrar esas razones para creer. Antes de empezar quiero remarcar que estas razones, no tratan de “convencer” a nadie. Son motivos por los que es razonable creer, pero esto no significa que el que los vaya a leer se vaya a convertir inmediatamente. Como Jesús nos dice en este pasaje del Evangelio, hay gente que tampoco creerán aunque un muerto resucite. La conversión, es un proceso de lucha interior. Por mucho que alguien intente convencerte, si no hay un proceso de lucha, de meditación y sobretodo de búsqueda de la Verdad, no servirán de nada mil, ni dos mil razones.

La Iglesia afirma que el hombre tiene capacidad natural para conocer a Dios a través de la observancia de la naturaleza. Mantiene también que la revelación de Cristo puede ser reconocida con certeza por medio de los signos externos que le acreditan como revelación divina, los milagros y las profecías. Y, por último, que la Iglesia que fundó Cristo es reconocible a través de notas y de signos que la acreditan como Iglesia fundada por Dios.

Es decir que llegamos a la fe católica partiendo de los siguientes puntos:

–         Demostración de la existencia de Dios a través de la razón.

–         Reconocimiento de la revelación de Jesucristo como revelación divina narrada en los Evangelios.

–         Reconocimiento de la Iglesia católica como Iglesia fundada por Dios.

Pero hoy nos detendremos solamente en el primer punto: como llegamos a Dios partiendo de la razón. El resto los dejamos para más adelante.

Una de las formas más conocidas para llegar a Dios a través de la razón son las 5 vías de Santo Tomas de Aquino. Estas cinco vías hay que leerlas despacio, pensando y meditando cada una de ellas. Las copio a continuación:

Primera vía: «Vía del motor inmóvil» o «Vía del movimiento»

Esta vía, también llamada argumento del movimiento, fue formulada primero por Aristóteles, pero luego Santo Tomás de Aquino la incorporó a su propia metafísica del ser.

Se basa en la evidencia del cambio o movimiento que se da en la naturaleza. Es innegable, en efecto, y consta por el testimonio de los sentidos, que en el mundo hay cosas que se mueven, es decir que cambian de un estado a otro. Ahora bien, según el principio de causalidad, todo lo que se mueve es movido por otro. Y si lo que mueve a otro es también movido, es necesario que otro lo mueva. Pero esta serie de motores no puede ser infinita, pues en tal caso no habría un primer motor ni un primer movimiento, ni por tanto los motores y movimientos posteriores. Pero es evidente que hay cosas que se mueven. Por ello, se llega a la conclusión de que existe un primer motor inmóvil (porque si se moviera, sería movido por otro, y él no sería el primero). Y este motor inmóvil es Dios.

Segunda vía: «Vía de las causas eficientes»

Vemos que en este mundo sensible existe un orden de causas eficientes; pero no vemos ni es posible que algo sea causa eficiente de sí mismo, porque de lo contrario sería anterior a sí mismo, lo cual es imposible. Ahora bien, no es posible que en el orden de causas eficientes se proceda hasta el infinito por tanto existe una primera causa no causada, que se llama Dios.

Tercera vía: «Vía de los seres contingentes»

Esta vía, también llamada argumento de la limitación en la duración, afirma que hay cosas que empiezan a ser y dejan de ser, y que por tanto pueden no ser; estas cosas se llaman contingentes.

Pero si todas las cosas fueran así, es decir contingentes, entonces alguna vez no hubo nada; porque lo que se puede decir de cada parte del conjunto, se puede decir del conjunto entero, a saber que alguna vez no existió. Pero de la nada no sale nada. Por ello, debe existir un ser necesario para que haya estas cosas o seres. Este ser absolutamente necesario existe por sí mismo y es causante de la existencia de los demás seres, y se llama Dios.

Cuarta vía: «Vía de los grados de perfección»

Esta vía parte del hecho de que hay una jerarquía de valores. De hecho, existen cosas mejores o peores, más buenas y verdaderas que otras.

Para valorar estas cosas, deben ser comparadas con el grado máximo y lo más perfecto. Como hay seres que tienen una perfección limitada, debe existir un ser Perfectísimo y que sea infinito. Este ser es conocido por el nombre de Dios.

Quinta vía: «Vía del orden en el mundo» o «Vía del orden cósmico»

También llamada argumento de la finalidad interna de los seres naturales. Parte de la finalidad que tienen las cosas en la naturaleza. Podemos observar que hay seres sin conocimiento que trabajan y actúan por un fin, para alcanzar lo mejor. Para que los seres carentes de conocimiento lleguen a su fin deben ser ordenados o dirigidos por alguien inteligente. Por lo tanto, deben existir seres inteligentes.

Pero éstos deben ser dirigidos por alguien y así sucesivamente, y como no se puede llegar al infinito, entonces, necesariamente tiene que existir un Ser inteligente que dirija a los demás, el cual es llamado Dios.

Vamos a detenernos en la explicación de la última vía, la vía del orden. Lo que quiere decir santo Tomás con esta vía, es que el orden que hay el mundo no puede ser fruto de la casualidad. El típico ejemplo es el del reloj. Cuando vemos un reloj, con cada una de las piezas en su sitio, cada una con su función; no pensamos que estas piezas han sido puestas por azar. Por mucho que tirásemos estas piezas al aire nunca formaríamos un reloj. Al observar las tripas del reloj, vemos que ahí ha habido un proyecto previo. Una mente que ha elaborado ese reloj con una finalidad.

mecanismo del reloj

Si cogiéramos el alfabeto y escribiésemos cada letra en un papelito y luego lanzásemos estos papeles al aire, cabría la posibilidad, de que estas cayesen ordenadas de la A a la Z, en este ejemplo sí tiene sentido la probabilidad. Sin embargo, si cogemos este alfabeto y formamos el Quijote, en ninguna cabeza cabe pensar que este se ha escrito por una repetición de intentos aleatorios sobre el alfabeto. Sino que inmediatamente pensamos que esa obra ha sido escrita por un autor, una mente inteligente que lo ha escrito, pensando cada palabra y dando sentido a cada frase.

Al ver el hombre, el mundo, la naturaleza, el universo, en ninguna cabeza cabe pensar que todo esto se ha formado por una repetición de intentos aleatorios sobre los átomos, células o elementos químicos. Necesariamente esa obra ha sido creada por un Autor, una mente inteligente que lo creado, pensando cada elemento, cada átomo y dando sentido a cada vida.

“Si echamos al aire las 28 letras del alfabeto, cabe la posibilidad, al menos teórica, de que salgan ordenadas. Pero esto no vale cuando se trata de un orden objetivo, que es aquel del que requiere un proyecto previo, requiriendo elementos dispares como el hidrogeno, oxígeno, etc, para la formación de la vista por ejemplo. En todo caso, la ciencia podría un día explicar cómo ha tenido lugar la evolución, buscando cómo se han desarrollado las mutaciones genéticas y qué leyes las han presidido. Lo que no podrá nunca explicar el científico es por qué existe el orden en lugar del caos. Con estas reflexiones llegamos a la conclusión de que la casualidad como ausencia de causa no existe…..

….De ahí que el prestigioso matemático, físico, astrónomo, científico teórico y filósofo de la ciencia, Jules Henri Poincaré, decía bien al observar que la casualidad es el nombre que le damos a nuestra ignorancia.” 1

1 Razones para creer, José Antonio Sayés. # ISBN:84-285-1478-X